Asamblea de apoyo a Bolivia

Breve informe sobre los principales avances sociales bajo el gobierno del MAS en Bolivia.

Bolivia se encuentra en un momento de cambio político. Las instituciones, la relación entre el estado y los ciudadanos, y el uso y distribución de la riqueza nacional y colectivamente producida, están evolucionando. Evolucionando para incluir a todas las bolivianas y todos los bolivianos. Evolucionando también para organizar el país y sus capacidades teniendo como criterio fundamental la satisfacción de las necesidades de sus ciudadanos, antes que los intereses privados de grupos poderosos o antes que los beneficios de empresas extranjeras.

La práctica totalidad de los medios de comunicación (televisiones, periódicos) de Bolivia están en manos de grandes empresarios, algunos de ellos ni siquiera ciudadanos bolivianos, y por tanto expresan los intereses de sus dueños, y atacan al gobierno. Eso es legítimo, pero es evidente que esos intereses no son los mismos que los de las mayorías sociales del país.

Todos los cambios políticos implican que se discuta más abierta y apasionadamente de los asuntos colectivos, que haya más ruido y más opiniones enfrentadas de lo normal. Eso no es malo, sino que es el síntoma de que por primera vez todos los bolivianos están llamados a construir un país donde todos quepan, con respeto a su cultura, su lengua y su identidad, con posibilidades de desarrollo, con justicia social y con igualdad. En ese proceso de cambio hay fuerzas con diferentes visiones e intereses, pero la que disfruta de una amplia mayoría del apoyo de los ciudadanos, y de las agrupaciones sindicales, barriales y comunitarias, es el bloque encabezado por el Movimiento Al Socialismo y Evo Morales.

Veamos algunas de las principales reformas que el gobierno ha emprendido para una Bolivia justa, incluyente, democrática y soberana:

El Gas para los bolivianos. Recogiendo una demanda expresada con fuerza y compromiso por los movimientos sociales en el pasado, el gobierno de Evo Morales renegoció los contratos de explotación del Gas con las empresas multinacionales. Lo hizo bajo la prioridad de que los recursos naturales de Bolivia sirvieran al desarrollo y el bienestar de los bolivianos, como ocurre en los países del norte. De esta forma, invirtió la balanza: las empresas pasaron de llevarse el 82% de los beneficios del gas a llevarse el 18%, el porcentaje restante quedó para el Estado, que lo reinvierte en medidas sociales. Eso es una forma de aprovechar la riqueza natural de Bolivia para el desarrollo de sus ciudadanos, en lugar de malvenderla a los capitales extranjeros, como había venido sucediendo hasta ahora.

En parte gracias a esa renta de los hidrocarburos, el Gobierno pudo financiar dos programas destinados a combatir la pobreza y fomentar el desarrollo humano:

Apoyo a la escolarización infantil. El Bono Juancito Pinto es un suplemento de Bs. 200 que reciben los niños de 1º a 5º curso de primaria, para incentivar en sus familias que puedan continuar sus estudios. Más de 1.200.000 niños se han beneficiado ya de una medida que tiene dos años de existencia.

Pensión de jubilación universal. La Renta Dignidad es un pago vitalicio para todos los bolivianos y las bolivianas de más de 60 años, que asegura un mínimo de Bs2.400 al año a todos los mayores, incluídos los que no cobren pensión alguna, y un suplemento de Bs. 1.800 a los rentistas y pensionados. Esto significa que el estado boliviano reconoce y gratifica a quienes han trabajado toda su vida.

Las dos medidas, junto con los planes de alfabetización y de extensión de la atención sanitaria son una forma de emplear la riqueza nacional recuperada con los hidrocarburos. Hay otras, pero el gobierno del MAS ha apostado por la redistribución, que es también una inversión en desarrollo para el futuro: un país que apuesta por la educación de los niños, y por la dignificación de sus mayores, es un país más desarrollado, y en mejores condiciones de producir riqueza.

Una Bolivia incluyente e intercultural. En Bolivia conviven ciudadanos y ciudadanas de muy diferentes culturas, que se expresan en idiomas diferentes y tienen costumbres diversas. Hasta ahora, el estado ha respondido sólo a una de las culturas del país, que era la considerada “moderna” y superior, el único vehículo para progresar en la vida. El gobierno del MAS tiene el mandato y la decisión de incluir a todos los bolivianos sin que tengan que renunciar por ello a sus orígenes o su cultura. Eso no perjudica a nadie, no se reconoce a unos para desconocer a otros, simplemente se soluciona un desequilibrio histórico: el estado que pretende ser de todos los bolivianos tiene que reconocer, dignificar y estimular todas las culturas que tienen los bolivianos. Así, la oficialidad de las lenguas de los pueblos originarios, el reconocimiento de su autonomía y la puesta en práctica de medias efectivas para acabar con el racismo y la discriminación son una apuesta para un país diverso, intercultural e incluyente.

Repartir la tierra para ponerla a trabajar. La Reforma Agraria es la apuesta del gobierno por impedir que se desperdicien tierras y recursos. Si el 63 por ciento de los 9,2 millones de bolivianos viven en la pobreza, en las zonas rurales ese indicador trepa hasta 79,5 por ciento de la población. Para combatir eso, y para aumentar la producción agrícola, el gobierno del Movimiento Al Socialismo ha lanzado una reforma que entregue un total de 4.5 millones de hectáreas a campesinos pobres dispuestos a trabajarlas en forma familiar o comunitaria.

La Reforma Agraria tiene como objetivo fundamental el oriente del país, los grandes departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija. Un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reveló que en esa zona del país sólo 100 familias poseen 25 millones de hectáreas, mientras que dos millones de familias campesinas apenas tienen acceso a cinco millones de hectáreas.

El gobierno de Evo Morales avanza junto a las organizaciones campesinas y los movimientos sociales para poner la tierra improductiva en manos de quienes sí la van a trabajar, y de orientar la producción agrícola antes a satisfacer las necesidades de los bolivianos que a la venta en los mercados exteriores, que sólo concentra la riqueza en manos de unos pocos que no la reinvierten para el desarrollo del país.